LIBRO

La mujer como cada noche, arrodillada con sus manos juntas, pedía fielmente bendiciones para todos.
En cada cama había un alma, de esas puras como ya no hay, cada uno con sus ojos cerrados dejaba correr su imaginación, pensando en una vida llenada alegrías.
Cuando la mujer finaliza la oración se despide de todos y se va.
Su esposo, un hombre muy dulce nos volvía a contar la misma historia absurda.
Al terminar la historia, unos se se quejaban por oír de nuevo la misma historia siempre, otros defendían a la buena pareja de ancianos, pero yo. 
Yo solo pensaba que si en los libros pasan cosas extraordinarias, por que yo no podía ser un libro, lleno de magia...
Ahora, luego de muchos años lo conseguí, vivo a través de mis palabras, escribiendo mis amados libros y me pregunto si alguien en alguna parte va a disfrutar tanto mi libro como yo disfrutaba ese libro que nos leía aquel hombre.

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